domingo, 23 de septiembre de 2012

El 5 de mayo de 2012 escribía mi última reflexión en este blog personal. En ella planteaba la posibilidad de que estuviera cerrando un nuevo ciclo vital y que este se clausuraría con una serie de ensayos cuyo fin era poder resumir y compartir los 30 años intensos de experiencias vitales y artísticas vividas.
Han pasado ya casi 5 meses desde que hiciera esta reflexión y, efectivamente, tres ambiciosas publicaciones personales han visto la luz y han podido llegar a mucha gente. Siento con ello que el ciclo vital está cerrado. Produce un vértigo inmenso sentir con nitidez cómo el ecosistema intelectual, sensible y emocional que conforma un largo periodo vital es ahora revelado y, de alguna manera, transferido a otros muchos externos. Cientos de personas son ahora conocedores de todo sus detalles. Algunos los comparten, otros se muestran en total o parcial desacuerdo. A algunos les ha dejado indiferentes, a unos pocos, tal vez, les haya afectado y, en el mejor de los casos, lo han compartido. Todas sus reacciones -positivas y negativas- forman ahora parte del patrimonio emocional e intelectual que antes era de naturaleza personal e intransferible. Su inevitable peaje es que te has convertido en personaje público. Que, en el cara a cara, los demás tiene la ventaja, el as debajo de la manga, de conocerte sin que haya reciprocidad, equilibrio relacional. Esto sin duda, te hace ser inicialmente más cauto, tomar mayores precauciones en la relaciones interpersonales. Incluso, llegaría a firmar que también en la actitud pública. Pero, sobre todo, te deja bien patente que el paso que diste, es irreversible. Una especie de suicidio kamikaze que va a marcar sin remedio el futuro, tu futuro. Pero, también es innegable que, a más largo plazo, y por contra, esta situación de vulnerabilidad y de apertura pública de las carnes te hace más fuerte, más arriesgado.
Me he sentido muy identificado últimamente con las reflexiones y la actitud del extraordinario artista chino contemporáneo Ai Weiwei, al cual, su encierro político por parte de las autoridades de su país le está haciendo más activista, más fuerte y decidido a reforzar su lucha, sus convicciones. Imagino que, una vez dado el gran paso, sintió vértigo y miedo, pero, a la vez, una progresiva sensación de irremisibilidad que le hace suicidamente invencible. Esta es la clase de creador intelectual que nuestra sociedad necesita, ahora más que nunca, como en el 98 del siglo XVIII español.
Inauguremos pues un nuevo ciclo con la fuerza y la motivación que da tener bien cerrado el anterior y con el conocimiento certero de que, desde ahora, ya no serás nunca más un personaje privado. Sin duda, un precio razonable para un un objetivo tan arriesgado y una actitud tan kamikaze.
Resulta muy emocionante e ilusionante pensar que ahora toca diseñar nuevas estrategias, comenzar un nuevo plan de acción, cuya hoja de ruta está aún por trazar. ¡Qué más podría desearse al comienzo de la segunda parte de la vida!